Un día me di cuenta de que no importaba cuánta ropa tuviera en mi placard si esa ropa no me identificaba ni me hacía sentir bien conmigo misma. Me di cuenta de que la moda no se trata solo de seguir tendencias o de tener las prendas más caras, sino de encontrar aquello que realmente refleje mi identidad y mi esencia. Cada prenda que elijo debe contar una historia sobre quién soy, y debe ser un reflejo de mi personalidad y de cómo quiero sentirme.
También me di cuenta de que no importaba cuánta ropa tuviera en mi placard si no me sentía bien por dentro. Podría estar vestida con las mejores marcas y seguir cada consejo de moda, pero si mi interior estaba en conflicto, ninguna prenda podría compensarlo. La moda tiene que ser una extensión de nuestro bienestar interior, una forma de expresar nuestra felicidad y confianza. Sin una base sólida de amor propio y autoaceptación, la moda pierde su propósito y se convierte en un disfraz, en lugar de una forma de expresión.
Pasaron las semanas y me di cuenta de que no servía de nada mirar redes sociales y compararme con los demás. Al fin y al cabo, ¿de qué me servía? Vivimos en una era donde la comparación constante puede ser destructiva. Las redes sociales están llenas de imágenes que no reflejan la realidad completa. Compararse solo lleva a la insatisfacción y a la autocrítica. Me di cuenta de que es fundamental centrarme en mi propio camino, en mis propios logros y en mi propio crecimiento, en lugar de medir mi valor en función de los demás.
El día que abrí los ojos y realmente me di cuenta, ese día, cambié por completo. Entendí que la transformación verdadera empieza desde adentro. Decidí invertir tiempo en conocerme mejor, en hacer cosas que me hagan bien y en construir una relación más saludable conmigo misma.No hay belleza más linda que la que transmitimos desde nuestro interior, con seguridad, amor y cuidado.
La moda puede ser una herramienta poderosa para expresar nuestro estado de ánimo y nuestra personalidad, pero solo si viene acompañada de un bienestar interior genuino.
¿No les pasa que conocen a alguien que, cuando estaba en una relación tóxica, estaba alejada y desganada, y una vez que logró salir de ahí, comenzó a verse radiante, alegre, iluminada?
Muchas veces tenemos relaciones tóxicas en la vida, y no necesariamente deben ser una pareja. Puede ser la rutina, el trabajo, la facultad… o peor aún, con nosotras mismas.Nos intoxicamos tanto, nos nublamos, nos perdemos. Y eso se refleja en nuestra forma de vivir y luego en nuestra forma de vestirnos y mostrarnos al mundo.
Cuando estamos en esta situación, tenemos dos opciones: Nos intoxicamos aún más o empezamos a purificarnos.
¿Cómo hago para purificarme? Empezá a enfocarte en lo lindo, en lo bueno, en los pequeños detalles. Incluso en los peores momentos, siempre hay algo que agradecer.Hacé algo que te guste, un curso, un deporte, empezá un libro. Nutrite. La terapia siempre ayuda. Encontrar actividades que nos apasionen y nos llenen de alegría es esencial. Dedicar tiempo a nuestros hobbies y pasiones nos reconecta con nuestra esencia y nos proporciona un escape saludable de las preocupaciones diarias.
Porque una vez que estamos completamente intoxicadas, hasta las tareas más sencillas se vuelven difíciles.
Después de la tormenta, siempre encontramos un destello de sol. La belleza interior es más poderosa que cualquier otra cosa.Te recomiendo agarrar un cuaderno y anotarte todo lo que te pasa, como un diario íntimo. Vas a ver cómo, de a poco, esas páginas comienzan a mejorar. Escribir nuestros pensamientos es una forma efectiva de procesar nuestras emociones y de reflexionar sobre nuestra vida.Con el tiempo, veremos un cambio positivo en nuestras anotaciones, reflejando nuestro crecimiento personal y nuestra mejora interna.
Hay algo mucho peor que perderse, y es no volver a encontrarse. Perderse en el caos de la vida es natural, pero lo verdaderamente triste es no hacer el esfuerzo para encontrarse de nuevo.
Porque al fin y al cabo, nosotras mismas somos las únicas que nos tendremos hasta el final.✨